cueRtos

sábado, febrero 12, 2005

El ventrílocuo

Leonardo Simons presentó a Chasman, quien se introdujo en cámaras sonriendo y saludando a los aplausos con un brazo. En el otro llevaba, colgando, a Chirolita.
Comenzó el diálogo.
-¿Cómo era el nombre de ese bolero, que cantaban Los Panchos? -preguntó Chasman. A pesar de sus esfuerzos se notaba moverse un poco la comisura izquierda de su boca.
-¡Como la miedra! -contestó, resuelto, con voz ronca, Chirolita.
-¡Nooo! -dijo Chasman, echando una mirada que buscaba cómplices alrededor.
-No, Chirolita: «Como la hiedra»... «Como la hiedra».
El número siguió en ese estilo, durante unos minutos. Gran éxito de público. Los chistes, que se venían contando desde los años 50, aún resultaban. En realidad, lo que maravillaba al público era la magia de ver hablar tan verazmente a un muñeco.
Entre los aplausos, las piernas bronceadas de la rubia circunstancial y la sonrisa de Simons, Chasman y Chirolita se retiraron.
En el camerino, Chasman depositó en el suelo a Chirolita, se sentó sobre un taburete frente al espejo y se sacó la camisa.
Entonces Chirolita, dando una vuelta a su derredor, le abrió una pequeña puerta que tenía en la espalda. Después de desconectar las pilas de su batería, no sin esfuerzo, guardó a Chasman en un lugar especialmente acondicionado del ropero. Y salió rumbo a su casa, para descansar.