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sábado, febrero 12, 2005

La Cultura

A Mempo Giardinelli


Cuando conseguí escalar los peldaños de piedra de La Cultura luego de intentarlo por caminos cerrados durante muchos años, me sobrecogió una escena impresionante.
Hacía frío. En su cima -era muy alto- llegué a sentarme completamente desnudo.
Desde allí se veía la mera Tierra, mas los otros edificios habían desaparecido.
Todo era un desierto. Las nubes se habían convertido en gases de color violeta pálido, y envolvían al mundo hasta donde se podía ver.
Cuando percibí las nubes nuestro cielo estaba tibio, ya no sentí más frío.
Entonces arribó un pájaro muy grande, parecido al cóndor. Y desplegando sus alas, se me acercó para dejar caer un envoltorio de trapo muy rústico.
Lo tomé y lo abrí.
Adentro había un manojo de tierra, y unos granos rugosos, pinteados de color ocre. Después ya no pude ver, pues me quedé dormido.
Al despertar me encontré cubierto, por una enredadera en flor. Campanas rojas se apoyaban en mi frente, y en el centro mismo de la planta respiraba una flor blanca.
Desde la distancia me pareció que el sol inspiraba a esa planta un cierto fulgor.
Y en tal instante mi corazón se sintió feliz y muy contento, de una manera que jamás antes había presentido.