cueRtos

sábado, febrero 04, 2012

Mucho has hablado...


Mi papá era un hombre de asombrosa elocuencia. Moldeado por el romanticismo, sabía orillar la erudición sin caer en el hermetismo.
Un atardecer, luego de que mi abuela Jita hubiese despedido a los albañiles sin efectuar cierta obra -pues ella no estaba de acuerdo con que se construyese- debió soportar la andanada de reproches de mi papá, antes de que este saliera, trajeado y ya con el sombrero puesto, rumbo a su trabajo.
Impasible, sobrellevó las numerosas argumentaciones, reproches, adjetivos vagamente desdeñosos -ya que, por su origen campesino, la anciana solía tener notables diferencias de criterio respecto de la arquitectura, el amoblamiento u el orden de las moradas- apenas efectuando, cada tanto, profundas inspiraciones, como solía ser su reacción cuando la reconvenían injustamente.
Repentinamente percatado de su silencio, mi padre se interrumpió un momento para preguntar:
-¿Y?... ¿No me va a rebatir nada, mamá?... ¿Ve, por lo tanto, que no ha hecho lo correcto?
Una sola frase le contestó la anciana:
"Mucho has hablado Julio... por eso crees que tienes razón".
Mi padre, sorprendido, atinó sólo a acomodarse la corbata, mirando de reojo su refracción en la vitrina. Después, diciéndonos "hasta luego", se retiró.