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sábado, febrero 12, 2005

La Paja del Ojo

Germán Loy tuvo la posibilidad de editar una revista perfecta. Púsole de nombre "La Paja del Ojo" (por aquello de la vieja sentencia, y también porque sería un verdadero eretismo para la visión). Polisémico sentido.
No crean que exagero. La revista era un regodeo para los ex-tetas. Los llevaba al límite.
En la tapa, verbigracia, solían alternarse los Rúbens, Boticelli, con las mejores fotos de Drtikol, Vallejo, Deborah Tuberville: salpimentando, Boccioni, Aleksander Archipenko, Giacomo Balla, Carlo Carrá, Rougena Zatkova... ¡para qué seguir! Todo en huecograbado, papel ochenta quilos, cada número venía en caja de cartón.
El primer número detuvo los latidos de varios. De Leopoldo Marechal, incluía dos poemas en cuerpo doce; Marinetti, un poema, Juan L. Ortiz, un poema. En ficción, contaba con cuentos de Juan Bautista Zalazar, Diana María Noronha, y un inédito de Alberto Moravia. Artículos: La influencia del barroco medieval en América, Alejo Carpentier, Filosofía y Cultura, Luis Jorge Jalfen.
Era... cómo decir... como si a Marisa Berenson veinteañera le hubieran injertado el talento de María Callas y la inteligencia de Marguerite Yourcenar.
En la Academia de Bellas Artes se formaron grupos para degustarla de consuno. La Paja del Ojo salía trimestral. Se esperaba su llegada con ex, pec, tación.
Asesor visual: Carlos Alonso. Asesor literario: Juan José Arreola.
Diagramador: Fattoruso. Germán Loy estaba que no cabía en mí de gozo. El éxito había sido rotondo.
Pero duró poco.
El problema empezó con la preocupación de los directivos de Bellas Artes (quienes, obviamente, no eran artistas). Los alumnos se desviaban: gozaban. Esa inquietud fue llevada al concejo deliberante, que en pleno consideró propicia la cuestión para aumentarse las dietas. De allí pasó a la legislatura. Los di, puta, dos, luego de imitar el edificante ejemplo de sus colegas conce, já, les -en lo referido a las dietas-, pasaron el asunto a comisión, con lo cual se dio oportunidad de crear cinco nuevos cargos de secretarias y taquígrafos. Finalmente el asunto fue a recalar en el Ministerio del Interior.
El impertérrito, previa consulta a la Suprema Corte, ordenó ipso pucho clausurar La Paja del Ojo.
Razones: ningún Derecho, desde el Mosaico hasta el Romano, el Francés ni el Johnsoniano, contemplaban en sus articuliados la posibilidad del orgasmo colectivo. Por tanto, no existía. Y un hecho que no existe, no puede seguir sucediendo. Ergo: La Paja del Ojo, no podía seguir saliendo.
Germán Loy se preguntaba, tristemente, si luego de haber beneficiado a tantos legisladores no merecía se hubiera decretado algún arti (culito) ad-hoc. O al menos que, personalmente, lo pensionaran por inhabilitación ex-tética. Y mientras esto pensaba, untaba, con chimichurri, el panchito, que ofrecía al gusto popular en la bizarra esquina de Sarachaga y Fragueiro.


Fernández, en junio de 1988.

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