cueRtos

sábado, febrero 12, 2005

Un libro apócrifo de Aldous Huxley


No existe lo fantástico: todo es real.
André Breton

En el comienzo hay alguien que parte, en un tren. Se describe la estación, y el andén. Es de mañana en el primer párrafo. Lo cual no impide que el segundo comience con la siguiente frase: La luna reina serenamente en un cielo violeta, sobre las nubes.
El argumento me cautiva. Trata de un hombre gusta de vivir del modo más agradable que sea posible, viajar y gozar de las exposiciones de arte, del mejor licor y de las diversiones. En las últimas páginas, descubrimos que el protagonista sufre un desdoblamiento, por el cual, no es él quien goza de los placeres sino otro hombre, que habita en su interior, y lo utiliza como vehículo de sus impulsos.
Entonces el personaje lleva sobre sus hombros la parte más pesada de los placeres del otro: así, cuando quien habita dentro de él decide trasladarse de un lugar a otro, es él quien debe sufrir el peso del camino, haciendo de caballo. Sin embargo, exteriormente se viste y perfuma como si de verdad él fuera el otro.
Hoy, él y el otro van a salir a dar un paseo por el bosque, a caballo.
Meditando tristemente, da los últimos toques a sus brillantes botas y a sus breeches. Comprende que de esa forma sólo está vistiendo al otro, que se ha posesionado de una manera tiránica de su voluntad, no a sí mismo.
Trata de escapar y de mirarse, pero no puede, ya que una oftalmanía lo obliga a fijar su vista en una mosca que se ha posado sobre una pared, y le es imposible apartar los ojos de ella.
Afuera, se oye el gorjeo de los pájaros. Amanece.

En la cárcel de Córdoba, una tarde calurosa de 1980.